Enver Hoxha nació en 1908, en una Albania en plena ebullición, las manifestaciones por la liberación del país de la dominación turca, se sucedían por doquier. Cuatro años tenía Enver cuando, en noviembre de 1912, Ismaël Kemal proclamó la independencia de Albania. Ese mismo año tuvo lugar en Londres la Conferencia de los embajadores de las grandes potencias (Alemania, Austria, Hungría, Francia, Italia, Gran Bretaña y Rusia) que reconoció formalmente al nuevo Estado, pero bajo tutela y con la designación de un príncipe alemán como «rey» de Albania y adjudicando a Serbia la mitad del territorio albanés: el problema de Kosovo había nacido.
Doce años tenía Enver cuando, al finalizar la I Guerra Mundial, fue elegido el primer Parlamento nacional albanés. Grecia, y sobre todo Italia, no renunciaban a sus pretensiones; de nuevo los albaneses se rebelaron para exigir el reconocimiento de sus fronteras. Codiciada, peón en el tablero de las potencias, sólo unidos y en armas, dispondrían los albaneses del derecho a ser independientes. Cuando la Unión Soviética denunció la «diplomacia secreta» de la que la joven Albania era uno de los instrumentos, el eco de la Revolución Bolchevique fue escuchado en las montañas albanesas.
Doce años tenía Enver cuando, al finalizar la I Guerra Mundial, fue elegido el primer Parlamento nacional albanés. Grecia, y sobre todo Italia, no renunciaban a sus pretensiones; de nuevo los albaneses se rebelaron para exigir el reconocimiento de sus fronteras. Codiciada, peón en el tablero de las potencias, sólo unidos y en armas, dispondrían los albaneses del derecho a ser independientes. Cuando la Unión Soviética denunció la «diplomacia secreta» de la que la joven Albania era uno de los instrumentos, el eco de la Revolución Bolchevique fue escuchado en las montañas albanesas.